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       El sueño es una segunda vida. No he podido penetrar sin estremecerme esas puertas de marfil o de cuerno que nos separan del mundo invisible. Los primeros instantes del sueño son la imagen de la muerte; un adormecimiento nebuloso embarga nuestro pensamiento y no podemos determinar el instante en que el yo, bajo otra forma, continúa la obra de la existencia.

En ese vasto silencio acorazado de gritos de guerra, oculto del exterior por el huidizo espejismo del tiempo, el Eterno Vencedor­ oye la voz de otros silencios… Pero yo estoy separado de él por estos ejércitos de, fantasmas que debo aniquilar…

Su modo de acción es una ascesis, una distinct ascesis colectiva por medio de la cual un grupo de “iniciados” pretende nada menos que trascender la condición humana. Ese y no otro, es su verdadero significado. “Colocar al hombre por encima de los sentidos”, como pedía Novalis; lograr la liberación interior por medio de la destrucción sucesiva de los hábitos, las actitudes cristalizadas y las repeticiones.

Aurelia es una obra sin antecedentes en las letras francesas. Gerardo le ha conferido una misión que trasciende el marco de lo puramente artístico. Mediante el encantamiento literario pretende concretar un descenso a lo desconocido, “abrir puertas” en el muro que lo separa del universo invisible. Para ello, habrá de valerse del sueño que pone al hombre en comunicación con el reino de los espíritus.

La impureza de la inspiración primera, como la denomina Fondane, se perfecciona por el trabajo del propio poeta que, movido por un desasosiego que lo hace retornar sobre sus pasos como un remordimiento, corrige su texto en un estado de segunda inspiración. No es la ausencia lógica ni el limo profundo que deja el inconsciente al retirarse, lo que le choca y ofende; sino esos residuos del lenguaje, esos resabios prosaicos y discursivos que proyecta el automatismo.

Penetrar ese mundo, deliberadamente alterado por un specific dandismo, ha sido una empresa apasionante. Múltiples exegetas han visto un Baudelaire satánico o católico místico o influenciado por el esoterismo.4 Sartre ha trazado un deformado retrato del poeta, analizando con implacable crueldad sus debilidades y condicionamientos. Nosotros seguiremos las huellas de la inasible Sehnsucht romántica que se vislumbra en su vida y en su obra y por un momento asomaremos a ese abismo de múltiples tensiones que anhelan secretamente la unidad.

Más discutible es el estudio que Le Breton dedica al soneto El Desdichado, una de las piezas más difundidas de Gerardo. El crítico supone que la clave de Les Chimères y especialmente de El Desdichado, obedece a un doble origen: el simbolismo de la alquimia y el simbolismo del Tarot, conocidos por Nerval a través del Dictionnaire Mytho-Hermétique, de Pernety y del volumen octavo de Monde Primitif, de Court docket de Gebelin, donde se encuentra el grabado de las 22 figuras del Tarot y se demuestra la perfecta analogía existente entre los símbolos de la antigüedad.

Su presencia es el signo de una antigua armonía, de una vida más plena y profunda que mantenía corres­pondencias con el cosmos y disponía de facultades para captar la realidad que hoy se adelgaza y se degrada a través de los canales sensoriales.

Sin embargo, la experiencia de Gerardo no quedó localizada en esa aspiración de unidad mística, en ese retorno al gran Tiempo que servía de fuente a sus creaciones literarias. Junto a los éxtasis profundos y los accesos a una conciencia modificada en la que “el alma más exaltada y sutil halla relaciones invisibles, coincidencias no percibidas y goza de espectáculos que escapan a los ojos materiales”, Gerardo conoció esos estados singulares en los que la emergencia de un nuevo “yo” conduce a un proceso de desdoblamiento. Esa doble personalidad, además de caracterizar a ciertos estados patológicos, se puede inducir mediante el empleo del hipnotismo.

Además, Arthur Rimbaud no poseía una justa noción de los niveles en los que se desarrolla la experiencia trascendente. En la marcha hacia el Centro, se distinguen diversos grados y matices derivados de la intensidad y duración del proceso y de la capacidad orgánica para realizarlo. La unidad de la experiencia incondicionada no puede ser controvertida, pero los diferentes niveles que presenta derivan de la calidad de las progresiones intrapsíquicas.

Para el hombre arcaico, ese hombre que describen los mitologemas y que se mueve fuera de las culturas historiográficas en una supuesta dimensión intemporal, la realidad se inscribe en un solo orden. No existen para él dos imágenes del mundo, sino una. La conciencia mítica que permite al hombre authentic soldarse con los ritmos de la naturaleza, genera una imagen ensanchada de lo serious.

Es que contra lo que rutinariamente se repite y sobre lo que últimamente han surgido voces para contrarrestar sus efectos simplificadores,one la década de los años 60 –y sus proyecciones en la del 70– no se caracterizó con exclusividad por ser una monocorde sucesión de mensajes revolucionarios, sino que también hubo en la cultura argentina una ágil corriente de pensamiento animada por la inspiración del espiritualismo tradicional. Durante esa época la obra de Mircea Eliade se iba difundiendo en los medios universitarios y ganaban terreno las traducciones de Elémire Zolla, lo mismo que los escritos de Carl G. Jung. Aldo Pellegrini traducía y comentaba la literatura y el arte surrealista y presentaba en el Instituto Di Tella la muestra “Surrealismo en la Argentina”; Leopoldo Marechal publicaba learn this here now El Banquete de Severo Arcángelo, EUDEBA editaba Las sociedades secretas y Los gnósticos de Serge Hutin y la misma editorial ponía a la venta Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada de René Guénon con un ilustrativo Estudio Preliminar: “René Guénon, el último metafísico de Occidente” debido a la pluma de Armando Asti Vera, quien por primera vez presentaba en lengua española con conocimiento directo y autoridad, al autor tradicionalista franco-egipcio2; el mismo Asti Vera había dado a conocer anteriormente Fundamentos de la filosofía de la ciencia e impulsaba la edición de Estudios de Filosofía y Religiones del Oriente desde el Centro de Estudios de Filosofía Oriental de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (I/1, 1971).

La gran ascesis surrealista comienza con una toma de conciencia de lo absurdo del mundo, de la gratuidad de la existencia. La vida se les presenta como una inconsistente sucesión de momentos carentes de sentido. Hay una ansiedad frente a la muerte y a la nada. Ese vértigo mórbido, esa náusea en el sentido sartreano es solamente un punto de partida.

En otras de las cartas, Rilke insiste en el tema de la soledad. “Usted dice que los que están cerca están lejos y ahora comienza a hacerse la amplitud en torno suyo. Alégrese de su crecer en el cual no puede cierta­mente llevar a nadie consigo y sea bueno con los que quedan atrás”. Esa alusión a la soledad, enfatizada y ­exaltada en la sexta de las cartas a Kappus, “ir-hacia-sí, y durante horas no encontrar a nadie”; “estar en soledad como lo estaba uno de niño”, revela su frecuentación­ de esa zona misteriosa y aislada donde se aclara el sentido de la vida y de la muerte.

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